¿Cómo
es que la convivencia, la resolución de conflictos o la superación
de traumas no son asignaturas estándar de cualquier programa de
educación primaria? Hoy en día, con mucho esfuerzo, se empieza a
tener en cuenta esos aspectos y se hace de forma transversal. Eso
quiere decir que se van trabajando a medida que surgen durante el
desarrollo de las clases de mates, de lengua, y de las demás
asignaturas convencionales. Y está muy bien, supone un gran avance
en comparación con la educación convencional, que ignoraba a posta
los procesos emocionales tanto del alumnado como del profesorado.
Pero
parece mentira que en el siglo XXI todavía no se conozcan las reglas
básicas de la convivencia, de la comunicación efectiva o de la
negociación, o los estadios del duelo, como se conocen las tablas de
multiplicar.
En
este momento crucial de la historia, con los avances de internet y
los restos de oscuras tradiciones ancestrales (catolicismo), somos
una generación que valora las apariencias más que ninguna otra.
Víctimas todavía de los estereotipos patriarcales y consumistas,
nos esforzamos por ofrecer una imagen que el prójimo "compraría".
Estar mal no vende; estar en una situación de incertidumbre, de poca
energía o de penuria no vende. O vende de un modo que no nos
interesa porque despertamos lástima y compasión en el prójimo en
vez de admiración. Y es que, claro, todavía nos educan dándole
prioridad a los aspectos comerciales sobre los emocionales: en la
escuela, en los medios y en casa.
Por
ejemplo, en Mimaamamaa hemos tenido casos de duelos en los que la
persona afectada se sentía sola, sin querer darle mucha importancia
a su situación para no caer en el victimismo, o para no "cortarle
el rollo" a la gente, y sin querer hablar de sus sentimientos
por no despertar en el prójimo esos comentarios, caras y reacciones
que a veces sólo empeoran las cosas. Los seres allegados no saben
cómo colaborar, qué consejos dar ni qué es lo que no se debe hacer
en estos casos. Cuando estas personas indagan en su entorno, a menudo
encuentran más familiares y amistades de lo que hubieran sospechado
que han pasado por situaciones similares, más aún en internet. Lo
sorprendente es que, ya que en todas las familias se ha perdido a
algún ser querido de forma inesperada, no exista una cultura
explícita que se pueda enseñar en las escuelas acerca de lo que
significa perder a alguien, de los sentimientos y reacciones
habituales, de las maneras más positivas de superar el trágico
suceso, etc., y que cuente con un catálogo de casos para consultar.
Desde
Mimaamamaa apoyamos los esfuerzos que hacen los docentes actuales por
incorporar la educación emocional a su día a día, pero no podemos
dejar de preguntarnos cómo sería la sociedad de hoy si la
convivencia, la comunicación efectiva, los patrones de
comportamiento la negociación, la economía doméstica, la gestión
del talento, o el tratamiento de las adicciones hubieran sido
tradicionalmente asignaturas formales.